...pero… ¿me llamas… no? … ¿cómo a qué horas? ¡No te tardes!
¡Te necesito! ¿Por qué no me avisaste? ¡Te estuve esperando! … en ese ámbito de reclamos y necesidades
transitaban las tardes de Juliana quien con su mano derecha desenredaba su
largo cabello y con la izquierda acomodaba su vestido amarillo entre el
silencio y el llanto interior ¿me lo merezco? Le preguntaba a la culpa y como
tardaba en responderle, la moral aprovechaba para esconderse detrás de sus
pensamientos y desde ahí perturbaba su entendimiento, por ello vegetaba, se
sentía un trapo bañado en húmedas emociones que apenas lograba secarse un poco
era nuevamente sumergido en el charco de la esperanza.
"Qué es la vida sino repetir las ilusiones" preguntaba y
contestaba su abuela, desde entonces todos los acontecimientos que fijaron su
interés estuvieron relacionados con la repetición de un esquema de ilusión y
desamparo, llegó a ser una profesional del reclamo y en ocasiones el chantaje
le dejaba algunos dividendos pero ella misma sentía que así no podría amar
profundamente por ello procuraba nuevas relaciones, indagaba en diversas rutas
para llegar a los aburridos destinos de siempre y sonreía con sus carnosos
labios.
"Piensa mal y acertarás" le repetía su madre desde que empezó
a caminar, pero Juliana deseaba pensar de manera positiva, no veía obstáculos
para vivir fraternalmente, saludaba con afecto a los desconocidos desde que una
vez escuchó a su tía Angélica pontificar al teléfono “… delante a todas las circunstancias hay que sonreír ya que
cuando es agradable, de la sonrisa se pasa a la carcajada y si no, igualmente hay
que sonreír para que la oscuridad desaparezca”. Era como un código secreto para
vivir contenta y serena delante a la adversidad del mundo, pero después de la
adolescencia, Juliana dejó de sonreír, la conducta humana le parecía
incongruente, no podía seguir sonriendo cuando sabía que le mentían o le
robaban, fue quizá una racha de desagradables acontecimientos lo que provocó
que Juliana perdiera interés por seguir sonriendo a los desconocidos, ya no
podía confiar en las palabras de quienes por algún interés se aproximaban a su
ser, ahora intentaba leer sus pensamientos.
Después de
nacer su hija y ver huir al padre, comprendió que las circunstancias humanas de
nuestro tiempo están colocadas en la simulación, se dedicó a contemplar la
transfiguración del rostro de su hija, reconocía que ella tenía todo registrado
en su memoria, que lo importante era darle las “llaves del entendimiento” pero no
tenía idea en dónde buscarlas. Su hija creció y Juliana la educó con el
silencio y la reflexión; no
deseaba que su hija sonriera automáticamente así nada más, por qué sí, como si
la realidad mereciera recibir una gratuita sonrisa a cada instante y, cuando
formulaba preguntas difíciles, Juliana respondía: reflexiona hija ¿qué es lo justo y qué te gusta?
La Hija de Juliana escuchaba, reflexionaba y respondía
contundentemente, se le veía serena y quienes se aproximaban a ella con un pensamiento
dubitativo, olvidaban lo que querían preguntarle en tanto ella atendía con serenidad
su desvarío… evitaba perder el tiempo en insulsas pláticas. Hubo quien le colocó
diversos apodos, pero a ella nunca le perturbó el criterio ajeno ni el decir
colectivo, con su mirada bastaba para detener cualquier intención negativa; el
poder del control de sus pensamientos le daba la seguridad y el equilibrio
corporal que provocaba respeto.
Quizá era menos sensual que su madre pero poseía control de
sus actos, trasmitía la imagen equilibrada de una atractiva Mujer de
Conocimiento, su verdad no estaba sustentada en la riqueza material, tampoco en
los poderes paranormales que provoca la Fe en cualquier religión o creencia… el
entendimiento sereno y creativo de su existencia surgía de adentro, de sí
misma… su criterio preciso así como su serena felicidad eran consecuencia de haber
dado la respuesta correcta a la pregunta básica que de niña le formuló su madre
¿qué es lo justo y qué te gusta?
Juliana fue un día a visitar la nueva casa de su hija y quedó
congelada al observar que no había muebles, tan sólo una hamaca en la sala y una
mesa con dos sillas, la cocina contaba con lo elemental pero en realidad era
poco, caminó hacia los cuartos e ingresó a la habitación de visitas provista de
una colchoneta y un closet vacío. El baño era amplio y ventilado, en el cuarto
de la Hija de Juliana había una mesa de trabajo un biombo y una colchoneta, en
la ventana un par de pequeñas cortinas blancas impedían que la luz del sol
ingresara directamente sobre la estancia.
Lograste desprenderte de todos tus muebles y objetos –dijo
Juliana y continuó—es increíble, vives realmente como me dijiste que lo ibas a
hacer, en el minimalismo total… madre e hija soltaron una larga carcajada y
luego se abrazaron, en ese instante y como en una cascada, por la mente de
Juliana se precipitaron en vertiginoso descenso los acontecimientos que le habían causado dolor así como aquellos que le provocaban culpa, por un
momento su cuerpo intentó entregarse a la conmiseración pero Juliana controló
sus emociones y volvió a la sensación de plenitud que le otorgaba el abrazo con
su hija.
Esa tarde fueron al parque a caminar y a comer bombones
bañados con rompope y chocolate derretido, observaron a una pareja de novios
discutiendo a gritos detrás de los árboles, a contraluz, un abuelo intentaba sentarse
con dificultad en una banca junto al lago y dos perros corrían en grandes
círculos mientras sus jóvenes dueños platicaban compartiendo un cigarro de
hierba prohibida; una señora recién operada caminaba despacio junto a su
enfermera, el señor de los dulces estaba rodeado de niños y un actor firmaba
autógrafos sentado con su esposa harta de no tener intimidad… cuando Juliana
caminaba con su hija no precisaban tener las manos juntas para sentirse unidas,
se percataron que después de haber dado tres vueltas al parque, los novios seguían
discutiendo acaloradamente y, justo cuando los voltearon a ver, la novia lanzó
una tremenda cachetada a su novio quien contuvo el coraje y siguió discutiendo…
Juliana miro a su hija y ella le comentó: “¿sabes mamá? Ahora entiendo que una aprende a sonreír cuando te das cuenta que nada es más importante que todo lo
demás… lo que trasciende… es la acción…”
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