En los orígenes del Sistema Planetario Solar, la
órbita de la Tierra coincidió con la trayectoria de innumerables meteoritos y
algunos cometas que esculpieron su superficie. En una ocasión, hace millones de
años, un enorme cometa golpeó a la Tierra y casi la hace desaparecer del
concierto planetario. De la basura cósmica que quedó atrapada en la órbita
terrestre, se formó la Luna. Resulta fascinante que después de millones de años
de girar en torno a nuestro planeta, actualmente su movimiento de traslación es
exactamente igual al de su rotación y por ello, nos ofrece siempre el mismo
rostro.
La vida en la Tierra inició aproximadamente hace 3 800
millones de años y ha sufrido al menos 20 extinciones masivas, 5 de ellas muy
severas. Los animales humanos conscientes somos el resultado de un azaroso
proceso evolutivo que tuvo una duración de 7 millones de años, en el último
minuto de nuestra evolución, se hizo presente la conciencia y nuestros
ancestros ritualizaron los eventos celestes.
La Luna y nuestra estrella dieron forma y sentido al
biorritmo de la vida terrestre; los seres humanos observaron la trayectoria de
estos astros en la bóveda celeste y concibieron una expresión de claridad
solar, en tanto que la noche y la luz lunar daban cabida a los temores. Durante
35 000 años la Luna dirigió el criterio místico de la humanidad, su ciclo se
interpretó como una expresión de la vida y la muerte: crece de manera ritual
hasta iluminar de azul las noches y paulatinamente decrece para luego
desaparecer.
En aquellos soles en los que se veneraba a la Luna,
quienes nos precedieron vivieron en un régimen de matriarcado. Hace 8 000 años
nuestros ancestros dieron el salto a la agricultura y a la plusvalía, entonces
los criterios se tornaron solares y machistas pero en el inconsciente colectivo
quedó presente la bipolaridad y la influencia de la Luna siguió determinando
los periodos de siembra y cosecha.
Venus, diosa paleolítica relacionada con la fertilidad y los ciclos lunares
Las creencias religiosas se posesionan de espíritu de
los seres humanos y aunque parezcan ilógicas o incoherentes, en nuestro
cotidiano existe un acuerdo implícito que las exime de todo cuestionamiento:
son verbo y verdad a pesar de que el raciocinio, el frenesí o la astrofísica...
demuestren lo contrario. A los griegos les pasaba lo mismo: contaron con
grandes filósofos y matemáticos pero sus creencias religiosas eran
completamente disparatadas; sin embargo, gracias a ellas pudieron subsistir
bajo el dominio romano y, curiosamente, el Imperio Romano inició su decadencia
cuando sus habitantes perdieron interés en sus dioses.
En tiempos antiguos, los hebreos tuvieron un difícil
tránsito por las culturas egipcia y mesopotámica; recuperaron tradiciones de
diversas culturas y las incorporaron a sus creencias. El maniqueísmo influyó en
el concepto moral del bien y del mal que encontramos omnipresente a partir del
primer libro del Viejo Testamento, pero fueron los Padres de la Iglesia quienes
lo sublimaron al dejar fluir con prosa poética sus prejuicios y sus
arrepentimientos, dejándonos como herencia la espeluznante doctrina de la culpa
y el pecado.
Espejos
De pronto y a la distancia, resulta interesante
considerar al concepto del bien y del mal como un atávico espectáculo circense
al cual uno puede asistir como espectador o actuar en él como payaso, fiera,
trapecista o domador.
Somos un suspiro evolutivo que adquirió conciencia. La
percepción de dualidad es un evento terrestre, otras serían las creencias
religiosas y los biorritmos si la Luna no se hubiera formado: Nuestra especie
cuenta con la capacidad de sorprenderse científicamente o dar un sentido
religioso al devenir que nos han procurado el movimiento y los azares cósmicos.
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