A la memoria de mi padre.
Los personajes germinan en la mente de los dramaturgos, luego reposan en palabras dormidas sobre páginas blancas y son los actores quienes corporeizan y dan vida a los personajes en un ancestral rito que ubica la otredad en el plano consciente.
En el escenario, la realidad se transfigura y, así como con la conciencia los seres humanos creamos un destino que desafía a nuestro destino natural, en el Teatro, con las palabras se crean mundos que transfiguran nuestras conciencias.
El origen etimológico de la palabra Teatro deriva del griego theatron que a su vez proviene del verbo theasthai que significa “mirar o contemplar”, pero ¿Qué se mira y quién mira? Los actores miran un conjunto de palabras que configuran a seres suspendidos en el tiempo y hacen suyos los significantes que el dramaturgo percibió, se contemplan en “el otro” que los habita y que solo existe cuando ellos dejan de ser quienes eran antes de mirar, Por otra parte, como si se tornara tangible su reflejo sobre un tenue espejo coloidal, en el otro lado de proscenio, los espectadores miran el trabajo actoral para reconocerse en quienes transitan por otro tiempo y en circunstancias ya escritas aunque representadas cada vez de manera diferente.
Durante la representación escénica, actores y público, miran para luego ver, Las palabras son instrumentos que recrean mundos dentro de nuestro mundo, la realidad se sitúa entonces en la intención de las palabras y no en lo que ellas señalan.
En escena, los objetos se tornan sujetos, pueden estar sin ser vistos o verse como lo que no son, este principio mágico es imaginado por el dramaturgo pero precisa de los actores para que se materialice su intención, es por ello que deben ser considerados como creadores.
Los actores dan vida a seres que habitan sus cuerpos, trascienden su realidad y género, en ocasiones pueden confrontar a sus esencias, toman riesgosas emociones que minan sus identidades y con el pasar de los actos, el conjunto de personajes que han representado, configuran su existencia, quizá por ello los actores comprenden de manera profunda la condición humana y conocen el éxtasis de la locura.
Cuando la iluminación y las grabaciones sonoras se incorporaron al Teatro, hubo necesidad de que “alguien con criterio” contemplara esos nuevos mundos que se creaban con sombras fijas y ecos en el silencio, fue entonces cuando el director apareció en escena como un elemento catalizador entre la intención del dramaturgo y las capacidades de los actores.
Los directores contemplan el desarrollo escénico en su conjunto en tanto los actores recrean los instantes y, aunque conocen el desenlace, no pueden reaccionar anticipadamente al impulso o a la acción que prosigue, deben siempre responder como si fuera la primera ocasión que se gesta una emoción en su interior o que reciben el estímulo externo.
Los actores viven los instantes que se repiten como si fuera la primera vez que los conocen, es precisamente esa capacidad de sustraerse al instante lo que los torna seres mágicos.
Xmen Ak´bal Hol / Chamán del Portal de la Noche
En tiempos donde la palabra aún no se materializaba en piedra o en barro, nuestros mayores conjuraban espíritus y otras realidades, sirviéndose de la memoria, de la palabra cantada, del tambor y de la enajenación del cotidiano, los chamanes se olvidaban de sí mismos y después de un prolongado estupor ceremonial, abrían un recoveco entre el parsimonioso sonido del tambor y el poder de la palabra sagrada e iniciaban un viaje estático que los conducía a los confines de lo sondable, ahí, representaban al colectivo delante a entidades inorgánicas que condicionaban la permanencia humana y su desarrollo.
La palabra chamán es de origen siberiano y su significado puede traducirse como “el que ve o el que sabe” y su función social es la de un sanador, Durante su proceso iniciático, el chamán moría, era desmembrado y vuelto a armar, se desprendía de su historia personal para ser el representante del colectivo en el ámbito energético, en tal desafío, el chamán precisaba de “los otros” quienes afirmaban su proceso y se ocupaban de su cuerpo matérico en tanto su cuerpo energético emprendía el viaje a los confines del cielo y del inframundo.
El chamán y el colectivo formaban acuerdos que trascendían la realidad visible y lo etéreo se consideraba real, Los chamanes fueron los primeros actores y las flaquezas humanas y el universo, sus escenarios.
En este sentido, los actores pueden convertirse en chamanes en tanto sus personajes cautiven al público y logren que cada uno de sus precisos movimientos y certeras palabras, conduzcan a las consciencias de quienes los miran hacia la vívida contemplación de otras realidades que en sus orígenes el dramaturgo miró, pero los actores hicieron verdad escénica, los actores-chamanes curan los malestares del alma.
M’a Nan M’a Na’il
M’ak Makanil Eninen
Ah Lak’ In Tial
No hay orfandad
Quizá aquel otro Yo
El otro que soy
El chamán prescinde del reconocimiento porque su existencia se hace presente en diferentes planos existenciales, sin embargo, se debe a su grupo aún y cuando las acciones de “los otros” sean contraproducentes para el orden natural porque ha sido elegido por los espíritus para fungir como su intermediario con los seres humanos.
Hoy en día, occidente piensa en el chamanismo en términos existencialistas y pululan voluntarios y farsantes que forman grupos de seguidores con una estructura de clientilismo y una mercadotecnia de multinivel, sin embargo, el Conocimiento no anda buscando voluntarios y prescinde de las riquezas materiales que crean los humanos, el chamanismo es un designio del más acá y no es para todos, precisamente, su esencia energética no busca la veneración al maestro ni tampoco procura manadas atónitas suspendidas en migajas de verdad, se ubica en el ámbito de lo que no se ve pero existe, exactamente igual a la realidad escénica.
Los actores, como los chamanes, se olvidan de ser quienes son para ser “otros” delante al público, sufren transformaciones corporales, mueren justo antes de pisar el escenario para renacer en seres mágicos y construyen una realidad alterna con sus palabras y sus silencios.
Un instante después de la tercera llamada, el oscuro vacío une a los espectadores y a los actores en un ritual de reconocimiento alterno y silencioso, se formaliza un pacto, surge una sentencia y el rigor de la duda debe ser conjurado por los actores para conducir a los espectadores hacia la contemplación que mira para ver.
Durante la representación escénica, los actores logran seducir al absurdo, convocan rememorando o sentenciando, las circunstancias se bordan con presencias invisibles y como en una red evolutiva, la selección natural se hace presente en la voluntad de quien crea imaginando los eventos, me refiero al dramaturgo, pero finalmente, son los espectadores quienes con sus reacciones confirman o descartan la otra realidad que nos develan los actores, así entonces, el público y los creadores escénicos comulgan suspendiendo la realidad cartesiana y juntos tornan visible a la otredad.
Al caer el telón, los actores precisan de los aplausos y no necesariamente para alimentar a su ego, sino que los silencios existentes en el batir de las palmas de los espectadores, provocan que los actores regresen a sus cuerpos, el aplauso dignifica el trabajo actoral pero sustancialmente propicia que los personajes se desprendan de los cuerpos de los actores para alojarse en el vacío escénico en espera de volver a ser conjurados, más tarde, tras bambalinas y camino a los camerinos, paulatinamente los actores recuerdan quienes eran antes de que los personajes tomaran posesión de sus cuerpos.
Los actores viven otras vidas en vida, son seres poderosos porque transfiguran sus instantes y logran que percibamos otras realidades sin perder contacto con nuestra realidad, más aún, es probable que una actuación logre distanciarnos de nuestra propia respiración, acontece cuando una actriz o un actor ha llegado al umbral que separa lo necesario de lo sustancial, sucede, hay quienes lo han contemplado, dichosos, porque sus conciencias han percibido el Secreto Mayor, aquel que ubica nuestra existencia en el plano energético y coloca las verdades de la vida justo detrás de nuestros pensamientos.
Claudio Obregón Clairin