lunes, 17 de enero de 2011

Homenaje a Claudio Obregón / Rodrigo Vázquez

Claudio Obrégón y Rodrigo Vázquez en Ser es ser visto 2007-2008

Aunque los tiempos son relativos y mágicos en el teatro, puedo decir que no hace mucho tiempo tuve la oportunidad de trabajar con el Maestro Claudio Obregón. La leyenda del teatro mexicano por sus papeles y logros en la comunidad teatral. Me encontré entonces ante un texto en el que el autor desnudaba los misterios que hay en el teatro, un director con el que nunca había trabajado y que me merecía todo mi respeto y admiración, un proyecto teatral que ocuparía mi vida los siguientes dos años, una nueva familia. Arrancamos entonces los ensayos y con éstos me empezaron a arrancar toda clase de sentimientos encontrados, llegando a pensar que esta escena de 20 páginas era quizá la más complicada que había actuado. La escena mostraba los desencuentros creativos de los hacedores de teatro en la traducción a la acción. Dos posturas genuinas pero con años de distancia y experiencia. Debo decir que la realidad comenzó a tomar tientes de la realidad mostrada por el autor. La obra se estrenó sin esa escena pues los problemas de salud del Maestro agravaron y nos vimos obligados a estrenarla tiempo después. Aunque los tiempos son relativos y mágicos en el teatro puedo decir que a casi dos años de esta experiencia, la recuerdo como si fuera hace apenas unos meses y aún recuerdo los textos y la experiencia de estar corriendo la escena, su voz, su mirada, su olor, el abrazo y la palabra “mierda”, en ese sentido amoroso con el que se arranca una función con historia. Un hombre de carácter complicado, difícil, que a la distancia puedo pensar que no se puede hacer teatro sin tal coraje, sin flaquezas. Pude percibir en él a un hombre intensamente comprometido con el teatro y por el teatro. Pero también descubrirlo en esos momentos donde hubo que parar el ensayo pues la escena le había resonado en el recuerdo de sus hijos y el amor hacia ellos. A la distancia no puedo más que agradecer la aventura compartida, su sonrisa, y el último abrazo con la guayabera amarilla que se hubiese comprado en nuestra última gira. Gracias Claudio.

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