Claudio Obregón como Herodes en Salomé, 1995
Claudio Querido:
Como no tengo una evidencia concluyente del más allá, te escribo desde esta realidad y le hablo al Claudio que ahora vive en mí como una presencia formada por imágenes, emociones y palabras que resuenan en la mente. Pensar en tu partida física no me entristece, al contrario, me conmina a no perder ningún segundo más de la vida y a gozar con intensidad descomunal de cada instante. Creo que ese es el regalo más grande que nos puedes dar a los que aquí seguimos. Mientras habitabas esta existencia tu impulso te llevaba a disfrutar lo que hacías en todas las áreas de tu vida y yo con eso me quedo. Ver como platicabas con tu perro, como hacías teatro, como defendías lo que pensabas, como amabas a tus hijos, a tus nietos y a Cancún, como hablabas de la actuación. En fin cómo vivías tan intensamente cada momento, entregándote a todas las gamas de las emociones, desde las más luminosas hasta las más oscuras.
Claudio Obregón y Ana Ofelia Murguía en El Retablo del Dorado, 1990
Te quedas en mí y hay seguirás vivo. Me dejas, para seguir adelante, tus pesadas palmadas en mi espalda invitándome a no cejar ante los problemas, vivirán en mi mente tus reflexiones agudas sobre la vida y el teatro, tu sonrisa seductora e irónica al contar esos chistes tan ácidos que tanto te gustaban. Se quedan en mi cuerpo tus abrazos firmes llenos de cariño, habitarán en mi imaginario tus personajes llenos de hondura, pero sobre todo me queda tu amistad en el corazón.
¿Qué hubiera querido escuchar más bromas y sarcasmos salidos de tu boca? Sí. ¿Qué me hubiera gustado verte actuar de nuevo? También. ¿Qué la vida es corta? Mucho. Sobre todo para los que nos gusta y a ti te gustaba la vida. Tu alma como energía sigue vive en la mía. Tu materia, ahora transformada, se unirá a la tierra para seguir produciendo vida y así, tu presencia tomará un color y una forma diferente. Ya no veré tus ojos, pero veré tus hojas, no tocaré tus manos, pero acariciaré tus ramas, no escucharé tu voz pero si el crujir de tu tronco, ya no me abrazarás pero me cobijaré bajo tu sombra. Cuando pase a tu lado te regaré con pensamientos de amor para que sigas creciendo.
Claudio Obregón y Rafael Sánchez Navarro en Arte, 1997-1998
Como dice François Mauriac (1905-1970) Escritor francés
“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”
Se dice por ahí que sólo muere lo que alguna vez vivió, que sólo muere el que es olvidado y mientras yo viva, yo no te olvido.
Palabras leídas por Milleth Gómez durante el Homenaje a Claudio Obregón el 16 de Noviembre 2010 en la Compañía Nacional de Teatro.
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