Claudio Obregón en Emigrados 1978
Buenas noches. Con Claudio Obregón hemos perdido un monstruo de la actuación. Un monstruo del teatro. Para mí uno de los motivos para actuar, para dedicarme al teatro, fue ver a Claudio Obregón en Los emigrados, en ese montaje de Monotoro hace mucho. Para mí fue impactante y fue una de las razones por las cuales me dediqué al teatro. Y de ahí es uno de los momentos muy importantes que reconozco en el teatro y en el teatro con Claudio Obregón, 78. Otro momento fundamental para mí, fue cuando estaba produciendo, desde el Seguro Social, Largo viaje de un día hacia la noche, una tormentosa producción, donde parte de lo tormentoso era que Claudio necesitaba respirar con un tanque de oxígeno entre escena y escena, y lo hizo todas las funciones y lo hizo con una bravura y con una calidad impresionante. Después, me ha tocado verlo en otras experiencias con él como actor y ha sido fascinante y voy a hablar un poco de esto. Fue maravilloso tanto en Arte como en Copenhague encontrar su versatilidad como actor, el rango que tenía como actor. La rapidez para hacer las cosas, para comprender, para proponer un tono que era ya de la obra y, de alguna manera, modelo para los otros actores, también. La profundidad que conseguía como actor, su exigencia, su nivel de exigencia era muy alto y como buen monstruo de la actuación era muy exigente. Y me tocó ver cómo actores de pronto menos experimentados y algunos menos talentosos sufrían, porque él dejaba la pelota muy arriba y efectivamente, tenía una mirada inquisidora que hacía temblar al otro actor y si no habían preparado bien su escena, era algo realmente difícil, pero en realidad lo que él estaba haciendo era comunicarse en escena y pedir, sobre escena, una comunicación del mismo nivel. Y eso como compañía, como grupo de gente de teatro trabajando en una obra creativa hay que agradecérselo. Y se comprometía profundamente con sus trabajos, con todos los que hizo y con los que me han tocado a mí. Era muy buen compañero de trabajo, era fantástico. Era fantástico sobre la escena y creo que nos permitió vivir con él momentos invaluables. Hemos perdido sí, a una persona de teatro en el presente, pero creo que debemos, es nuestra obligación, como gente de teatro, para honrar no sólo a la persona, sino al teatro mismo, tenemos que tenerlo y guardarlo en nuestra memoria. Qué bueno que va a quedar aquí, con nosotros, porque es una persona, un artista cuyo trabajo, cuya obra creativa tenemos que recordar como ejemplo de los demás y como muestra de que el teatro está vivo. Gracias.
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